Originales, veganos… Complementos hechos a mano con cariño

Cuando la actitud multiplica, un error es solo una circunstancia a resolver

Las ideas son importantes, llevarlas a cabo también. Pero contar con un espacio de trabajo cómodo, ordenado y que inspire a pasar a allí horas y horas pensando, dando forma a las ideas, es fundamental, al menos para mí. Y mi estudio, bueno, no reúne esas condiciones. Tres mesas separadas entre sí, cada una de una raza, cajas, cajitas, producto de una improvisación tras otra, componen un conjunto que cada día me agobiaba más hasta que ya me comenzó a resultar desagradable hacer algo allí. Cuando este momento llega, hay que tomar decisiones y planificar las acciones para hacerlas realidad. Todo con la intención de lograr el mejor resultado con la mínima inversión posible.

Necesito una amplia superficie en forma de “L”. He mirado tablones y patas, he hecho un plano con las medidas, he apuntado precios. Hace tiempo que tengo en mente el conjunto de escritorios que reúne las características que necesito y, aprovechando una oportunidad, me he venido a Ikea a comprarlo. Ya sabéis como es esto, mil vueltas, lo quiero todo, intento no caer en tentaciones, las ideas que parecían claras ya no lo están tanto, sumo, resto, multiplico, divido, la tarjeta tiembla, en fin, con alguna ligera variación me llevo, llena de euforia, lo que necesito.

Habíamos decidido pasar la noche en un hotel en Bilbao, Lola incluida. Sí, sí, sí… Admiten mascotas, en el Petit Palace Arana Bilbao, céntrico, bonito, canino y con gente muy agradable. En la habitación nos encontramos con una camita preparada para Lola, un cuenco y una bolsita de pienso ¡que gustito más perruno! Y el desayuno es, mmmm, buenísimo y con un variado menú que no había visto en otros hoteles, servido en un pequeño, pero precioso y acogedor comedor.

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Desayuno buffet del Hotel Petit Palace Arana Bilbao

Pero, Lola es un espíritu curioso, inquieto. Se pasea, busca su sitio, quiere beber agua sin parar buscando calmar con litros y litros su entusiasmo, va de un lado a otro de nuestra cama y mi compañero es de sueño ligero. Con nuestras maletas preparo un muro para que sus paseos nocturnos se limiten a mi lado de la cama… ¡Alma de cántaro! Que Lola no es tonta. En menos de un minuto se rió de mi barricada colándose por debajo de la cama.

Finalmente, él duerme, ella duerme y yo miro fijamente la oscuridad de la habitación. No puedo dormir y no sé por qué. Estoy cansada, tengo sueño, pero no puedo dormir. Comienzo mi ritual mental para estos casos. Hago un recorrido mental por el abecedario buscando palabras relacionadas con color, coches, naturaleza o con cualquier tema, para engañar a esa idea que no me deja dormir y, poder así, conciliar el sueño.

Por fin, lo consigo. Me quedó profundamente dormida un rato. Me despierto luego, Lola me acompaña al baño, vuelvo a la cama y, justo en ese momento, esa idea peregrina que me mantenía despierta antes se materializa en mi mente, dejándome completamente espabilada y con los ojos abiertos como platos ¡he cometido un error!

Vuelvo atrás en el tiempo, a ese momento en el que decido que las mesas de Ikea son la mejor opción, a esa sensación de euforia que me invade ante la posibilidad de que mi lugar de trabajo sea el sitio de mis sueños, a ese instante en el que mis emociones nublan a mi cerebro lo suficiente como para no dejarme ver que el tablón de Leroy Merlín tiene 20 cm. más de profundidad… 20 centímetros más para cortar telas, fotografiar, planchar, pintar… Como de costumbre, mi mente se aclara de madrugada, cuando no hay nada que se pueda hacer.

Pero, los errores siempre vienen de la mano con dos cosas: el aprendizaje y la solución. Eso, si estamos en la disposición de darles espacio. El aprendizaje: cuando creo que ya tengo la solución a algo, conviene darle una vuelta más. La solución está en que seguimos en Bilbao y mañana puedo volver a Ikea y resolver la errata.

Sigo con los ojos como platos, sí, sí, como los del emoticono de Whatsapp. Lola duerme, él duerme y yo estoy allí, en medio de la oscuridad, sin poder consultar mis notas. Esta es una de esas pocas ocasiones en las que deseo que se haga de día ya. Me la juego. Me levanto de puntillas, aprovecho la poca luz que se cuela por las ventanas, saco de mi bolso la libreta y, en el baño, confirmo que sí, que el tablero de Leroy Merlín tiene 20 cm. más de ancho, pero que las patas de Ikea ¡son más baratas! además de más bonitas.

¡Excelente! Mi error ahora es una victoria. Sólo tengo que esperar a que salga el sol, contarle a este maravilloso hombre que me he equivocado e, inmediatamente, decirle que tengo la solución: devolvemos los tablones de Ikea antes de irnos a casa, me quedo con sus magníficas patas, luego voy a Leroy Merlín a por dos tablones en lugar de los tres de Ikea (una ventaja más) y, como si todo lo anterior fuese poco, me ahorro algo de dinero ¿no es genial?

Sigo con los ojos como platos… Son las 5:37 de la madrugada y estoy en el cuarto de baño, sentada sobre un cojín, en el suelo de este estupendo hotel amable con los perros, escribiendo este post. Y me siento agradecida de haber encontrado el lado positivo de este error. ¿Será que si vuelvo a la cama logro dormir?

Vuelvo a la cama y recuerdo el vídeo de Victor Küppers que me envío una compañera del trabajo justo esa mañana, en el que comprendí por qué el conocimiento y la habilidad suman, pero la actitud multiplica.

Fin