Puede que conozcas a muchos perros, pero hay cosas de las que sólo te enteras hasta que compartes tu vida con uno de ellos. Estas son sólo 10 de las cosas que he aprendido desde que vivo con Lola.
- No todos los perros son iguales. Como iguales tampoco somos todas las personas. Cada perro tiene su personalidad, independientemente de su raza o sexo. Y es algo que debemos comprende y disfrutar. La educación hace que su convivencia con las personas sea mejor, pero no cambiará el hecho de que cada uno de ellos es un ser único que nos sorprenderá día a día con sus particularidades, sino ¿de qué hablaríamos todos los dueños de perros en los parques?
- Los perros también tosen ¿Tú lo sabías? Yo no, que estornudan sí, pero que tosen fue una primicia para mí cuando Lola sufrió su primera, y hasta ahora única, ‘tos de las perreras’. Es similar al resfriado que padecemos las personas y, aunque no es peligrosa, sí que es contagiosa entre los perros que, cuando la tienen, tosen y carraspean igual que nosotros. Si la tos es muy intensa, puede provocar que el can expulse espuma blanca por la boca y vomite alguna vez. Si tu perro tose, acude al veterinario.
- Un cachorro es capaz de dormir toda la noche. Sí, sí, sí… Lola se metía a su cama cuando yo me iba a la mía y dormía toda la noche. Nunca me dio una de esas noches intensas de llantos perrunos, pero al amanecer tenía las baterías cargadas a tope para hacer más de una travesura ¡en mi propia cara! Porque si hay algo que siempre ha caracterizado a mi Lola es que a la hora de liarla, nunca lo hace a mis espaldas.
- De su primera cama solo te quedará el recuerdo. La primera cama de un cachorro no es como la cuna de un bebé, que luego podrán aprovechar hermanos, primos y amigos. No caigas en la tentación de comprar una cama cara, por bonita que sea o por adorable que parezca tu perrito. Se la comerá, sin piedad, con fiereza y no descansará hasta convertirla en poco menos que un puzzle.
- El bidé o la barra del bar. No sé en que momento de su infantil existencia Lola apoyó su cabecita en el borde frío del bidé y a mí se me ocurrió abrir el grifo para que viese el agua, como no la hubiese visto ya. Desde ese momento, cuando desaparece por un largo rato, me asomo por la puerta del baño y la encuentro allí, apoyada mirando el grifo y, más de una vez me ha mirado como si me dijera “¡Vaya! estabas tardando”. Alguna vez su sed coincide con el momento en que me estoy lavando las manos, la veo esperándome y me apresuro a abrirle el grifo, aún con el jabón en las manos, bebe dos tragos y se va, como si su única misión hubiese sido hacerme derramar agua en el suelo. Su cuenco sólo lo usa en caso de emergencia.
- Sí, existe un juguete indestructible. Y es el Kong, un curioso juguetito de goma parecido a un panal de abejas, que tu perro morderá y morderá hasta el cansancio para conseguir la galleta que introduzcas en su interior. Lola aun conserva el suyo, con las marcas de sus dientecitos de leche, y dentro de él le doy su merienda todos los días. Lo puedes meter en la lavadora junto con su cama.
- Dame la patita. Dale tempo a tu cachorro para que aprenda las cosas con tu sabios consejos. Pero, si pasado un tiempo, tu paciencia flaquea y sospechas que ya tu perro se ríe de ti, no lo dudes, compra sus favores con galletas. Así aprendió Lola que sus ‘necesidades’ se hacían ‘durante el paseo’ y no ‘a la vuelta del paseo’. Mostrándole el bote de gotas junto con una galleta, conseguí completas sus tratamientos contra la otitis y la conjuntivitis. Así también le enseñe a dar la patita. Ahora se la da a todo el que se la pide, menos a mí… Cuando se la pido, se tumba y mira hacia otro lado. Yo no sé si reír o llorar.
- Las chicas también ‘marcan’. Yo estaba convencida de que sólo los machos hacían ‘pis’ donde antes lo ha hecho una hembra. Lola también lo hace, sobre el pis de otro perro o perra y, segura estoy de que, en medio de la selva africana, también lo haría sobre el del león más fiero del lugar.
- Me parece haber visto a un lindo gatito. A Lola le gustan más los gatos que los perros. A la mayoría de los perros les gruñe, en su afán de dejar claro que ella es la que manda. Pero, cuando vamos a alguna casa donde hay gatos, va detrás de ellos. Claro, el felino en cuestión, confundido ante la inusual atención perruna la evita y ella llora al ver que su gesto amistoso no es bien recibido.
- Al veterinario, feliz como una perdiz. Lola no sólo no teme visitar la clínica veterinaria. Es que le encanta ir. Alguna vez que hemos pasado andando frente a su puerta he tenido que entrar para que esta paciente tan agradecida salude a todo el equipo y reciba, claro está, una galletita.
Todos los días se me ocurre alguna cosa más que no sabía de los perros hasta que conocí a Lola. Si tu perro te ha abierto los ojos, más de lo usual, al mundo canino, cuéntanoslo.