Originales, veganos… Complementos hechos a mano con cariño

Quien tiene un perro ¡tiene un tesoro!

Las personas o hechos que se convierten en determinantes para la vida de alguien son aquellos que han supuesto un cambio real en su comportamiento. El comienzo de una nueva etapa, el inicio de una vida en un nuevo país, tener un hijo, perder a alguien querido, son hechos que han cambiado la vida de muchas personas para siempre. Aunque parezca una banalidad, la entrada de un perro a tu rutina diaria también puede tener una gran influencia en tu vida. Estos son sólo algunos de los cambios de los que hago responsable a Lola, para bien o para mal.

Mi sueño, ya no es sagrado

Cuando comencé a trabajar también comenzaron mis problemas para dormir. Supongo que por mi excesivo sentido de la responsabilidad o por que, al gustarme mucho mi profesión, pienso en mis proyectos más tiempo del que debería. Lo cierto es que me cuesta tanto conciliar el sueño que, cuando por fin logro dormir, ser despertada por una tontería me produce un gran enfado. Bueno, me lo producía, hasta que llegó Lola. Durante su primer año, por suerte, pasaba la noche dormida como un tronco. Luego comenzó a querer pasar ratos en mi cama, no sin antes pedir permiso. Por lo que ponía las patitas en el borde del colchón esperando a que le dijera “¡Sube!”. Lo sorprendente es que no me enfada que me despierte para eso más de una vez cada noche, sino que ahora la invito a acompañarme con un “¡Hola, mi vida, sube!” y, lo mejor, es que concilio el sueño inmediatamente al calor de su cuerpecito peludo.

Me llamo Lola, la dueña de Lola

No sólo me siento muy orgullosa de la popularidad de la que goza Lola en el barrio, sino que me siento feliz cuando los vecinos me dicen “Perdona, no sé cómo te llamas, siempre me refiero a ti como la dueña de Lola”. Y pensar en todo el esmero que le puso mi madre en la elección de mi nombre…

Odio los pelos

Al menos es lo que solía decir cuando limpiaba mi casa y recogía mis largos y rizados cabellos de todos los sitios. Ahora, los míos son el menor de mis problemas, los de Lola aparecen en los sitios más inesperados, salen de casa en mi ropa, están entre mis libros, las arañas tejen sus telas con ellos… Pero ya casi no me importa, total, son los pelos de mi pequeña.

Corre, Lola, corre

Nunca me ha gustado el deporte, ni para verlo, mucho menos para practicarlo. Sólo me gusta el ballet, el yoga, el tai-chi, con esos movimientos pausados, relajantes, llenos de arte. Por un chico que me gustaba mucho probé el esquí durante tres días en los que me juré no volver a someter a mi cuerpo a semejantes esfuerzos por la atención de ningún hombre. Mis actuales vecinas disfrutan de experimentar diferentes actividades en grupo. Un día me propusieron salir a correr, y cuando estaba a punto de negarme, incluyeron a nuestros perros en el plan. Desde lo más profundo de mi corazón salió un estridente “¡me apunto!”, lo que me llevó comprar ropa deportiva y zapatillas, y a dejarme el aliento dando carreras por el barrio, con el único aliciente de ver a mi perra feliz practicando con su humana su deporte preferido.

Esta es la tuya, Lola

Reconozco perfectamente cual es la caquita de Lola de entre cualquier otra que encuentre en el parque. Porque, aunque parezco un mago sacando bolsas de todos los bolsillos cuando meto la ropa a la lavadora, son muchos los irresponsables que no recogen las deposiciones de sus perros. A mí ya no me da asco, ni siquiera me llega su ‘aroma’ y sé que, aunque no lo digáis, vosotros también distinguís los ‘regalillos´de vuestros perros allá donde los veáis.

Mi casa, nuestra casa

Hubo un tiempo en que, si permanecía mucho en casa, se me venía el techo encima. Ahora lo que más me gusta en estar en casa para disfrutar de la compañía de Lola. De su mimos, y lo de mucho que me hace reír cuando se queda mirando fijamente la tele, o de las mil poses que adopta para que le rasque la tripa. De la manera como lleva su mirada de mis ojos hasta el armario donde guardo sus galletas, en clara señal de que le apetece un piscolabis. Y de las batallas que libra con los botellines de agua vacíos que le dejo para jugar.

En resumen, me llaman Lola pero duermo mejor, puede que algún día me habitúe a hacer ejercicio regularmente con la ropa llena de pelos, y soy mucho más feliz, porque me río mucho más en casa con cosas sencillas que sólo los que amamos a los perros podemos comprender.

Y a ti ¿cómo te ha cambiado la vida tu perro?

Fin