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¿Tu perro es un excavador? Rascar y comer, todo es empezar

Puesta a buscar empleo, Lola podría ser ayudante de jardinería. Se le da bien excavar, en la hierba cuando se aburre. En la arena de la playa. En dos rincones del suelo del baño. En su cama… y en la mía. Cualquier ocasión es buena para demostrar sus habilidades con las patas delanteras. Cada humano tiene sus teorías acerca de por qué su perro ‘rasca’, pero ¿que opinan los más entendidos en hábitos perrunos?

Según mis investigaciones, los perros rascan para dejar su olor, para buscar una temperatura agradable sobre la que tumbarse, para limarse las uñas y como consecuencia de sus genes de lobo. El asunto es que Lola, al menos, no solo rasca su cama y, probablemente, el tuyo tampoco, así que detengámonos un poco en cada teoría.

Marcar su territorio Sí, es probable. Puede que sea por eso que los machos rascan con las patas traseras después de hacer pis, y algunas hembras también. Tal vez así amplíen el radio de olor que ha dejado su orina.

Partiendo de esta suposición, supongo que Lola se haya apoderado de dos esquinas de “mi” cuarto de baño. Es divertido ver como encaja el morro en el vértice y luego se dedica afanosamente a rascar debajo de su barbilla, con tal determinación que cualquiera pensaría que de ello depende su vida. La fuerza de sus patas contra los azulejos dispara sus largas orejas en todas las direcciones y por la curva que se dibuja desde su rabo hasta el inicio de su espalda se podrían deslizar varios ratoncitos intrépidos.

Este ritual dura varios segundos, luego resopla contra la esquina, se da la vuelta y atraviesa la puerta con altivez, como diciendo “misión cumplida”.

  • En búsqueda de la temperatura pérdida Me parece normal que en invierno excaven en su cama para calentarla un poco. Todos sabemos lo ‘impactante’ que puede resultar tumbarse sobre la ropa de cama helada. También me he fijado que en verano, Lola rasca entre la hierba y se come las raíces, puede ser porque están más tiernas o más frescas.
  • Haciéndose la “paticura” Creo que rascar sobre una superficie dura y rugosa es el método canino ideal para limarse las uñas. Para Lola lo de las uñas es una asignatura que no supera, no suele rascar en una superficie adecuada, porque los azulejos del baño no valen para esto. Prefiere mordérselas, y me consta que le quedan bastante mal cuando desliza sus garras sobre mi piel ¡auch!
  • Lo que se hereda no se hurta Al parecer, los lobos excavan por las mismas razones que se atribuyen a nuestros inocentes perros. En su caso, se justifica lo de marcar su territorio con su olor, por proteger a sus crías y esas cosas… Pero, ¿nuestros perros? Si ya sabemos que nuestra casa es suya, y nuestro sofá, nuestra cama, nuestra vida…

A las anteriores, yo añadiría tres teorías más:

  • Por aburrimiento Después de casi siete años con Lola, me he dado cuenta de que le aburre que nos quedemos paradas en el parque. Lo suyo es andar, eso sí, conmigo en movimiento. Si me detengo a hablar con alguien, cosa muy de humanos, ella no se dispara a correr por su cuenta, sino que se queda a mi lado y, claro, se aburre… Comienza a excavar, yo a reñirle, hasta que llega el momento en que me canso de detenerla, me despido y echamos a caminar ¡objetivo perruno conseguido! Lola – 1, humana – 0.
  • Por ansiedad Rascar las esquinas del baño suele coincidir con los momentos previos a los paseos. Cuando Lola ve que comienzo a prepararme para salir con ella, se vuelve loca de alegría, ladra como diciéndome “¡vamos, vamos, date prisa!”; corre a traer algo para que le lance y ella perseguir o rasca los azulejos del baño. Si, bueno, digamos que puede ser un buen método para liberar el estrés…
  • Por tocar las narices Acostumbro a poner sobre el edredón de mi cama una mantita con la intención de que sea allí donde Lola se tumbe. Es parte de mi ritual diario al hacer la cama. No creo que ninguna de las teorías anteriores justifique que Lola decida arremeter con sus patas contra la manta justo en el momento es que me estoy duchando, cuando lo único que puedo hacer para detenerla es decirle en voz alta “¡Lola, Lola, para!” desde la ducha y con el agua corriendo… ¡Lo hace para tocarme las narices! Una ducha relajante menos. Lola – 2, humana – 0.

Si es que para nuestros peludines, rascar es como comer, todo es ponerse a ello. Yo paso de evitar que rasque en el suelo de mi baño, los azulejos resisten bastante y, no se sabe, puede que algún día consiga un tesoro, es decir, un hueso, porque oro seguro que no será.

Fin